Living America’s
Media tarde en el aeropuerto de Oakland y una calma tensa serpentea en el vestíbulo hasta los agentes de aduanas. Leo «Second Border Control» al fondo, lo cual sumado a la lentitud de la cola no apacigua mis nervios. Unas chicas que imagino suecas conversan alegremente con el agente en uno de los cuatro puestos, me da tiempo a estudiar inmaculadas respuestas en mi correcto inglés pero manco de cualquier improvisación.
Al final entrar a U.S resulta una tensión fronteriza mitificada que acaba con una charla amable acerca de viajar en bicicleta y la incredulidad de otro agente sobre si alguien es capaz de recorrer así las Américas.
Nothing about billete de vuelta, motivo de viaje, trabajo u otras burocracias.
¿Arranque con suerte?
Esperemos que dure por que el viaje es muy largo, y recién empieza… 😆
Jerry Harrison
Cuando uno escribe a un desconocido americano a través de Warmshowers (red de hospitalidad para ciclistas), donde además no cuento con ningún feedback, se espera poco más que la ignorancia pensando en una rutina alocadamente occidental como San Francisco.
Jerry me dió la primera lección sin salir de casa. Su primera frase fue un zaska escrito en macarrónico spanish:
– Le espero en el aeropuerto para trasladarlo con mi camioneta! –
Lo sucesivo sólo era parte de un guión soñado.
Me ofrecieron todo y me cuidaron como a un hijo. Esa entrañable pareja Jerry y Michele, jubilados con una vitalidad brillante (a duras penas los seguía con la bicicleta) fueron los primeros en tenderme la mano más amable en mi gran aventura, en describirme América. Así, sin dar tiempo a asimilar, me sumergí durante varios días en la vida de una casa americana.
Aturdido aún por el misticismo yankee ya pedaleaba por Alameda. Era como aquellos barrios de las series. La majestuosidad de América brotaba de aquellas casas ajardinadas, amplias, de coches elegantes, modernos (muchos eléctricos) y hasta extravagantes, con esos garajes llenos de herramientas que embelesaban un barrio puramente tranquilo, residencial.
Su bandera ondeando en muchas, firme, poderosa; insinuaba ese convencimiento americano de perfección y grandeza.
Las cenas fueron amables, educadas y apetitosamente interesantes. Entre bicicletas repasábamos la actualidad de U.S. como los brotes puntuales de racismo, un volcán dormido aunque siempre activo, y entre repasos a la historia de California (cómo la época dorada del oro que trajo a miles de orientales a la zona), me contaban orgullosos sus dos viajes de costa a costa en bicicleta.
Degusté sus platos, conocí sus costumbres, y compartí un par de fiestas con su vecindario donde la novedad me desconcertaba, donde mi viaje les alucinaba (awesome, suelen decir por aquí). No me daba tiempo a creer que estaba en una fiesta americana. La amabilidad se extendía hasta Norman, que se interesó por ayudarme y darme los datos de su família en el vecino México.
Así fueron las primeras despedidas de mi viaje, y vendrán más, sin saber si será un hasta luego, hasta pronto o hasta siempre. Jerry y Michele, sea como sea y quizás por ser los primeros, escribieron con permanente en mi corazón.
Másterclass con Marc e Indira
Nada de éste viaje sería igual sin estos cuatro días con vosotros.
De Alameda me fuí a San Rafael y de allí me llevo varios encargos:
– A Marc le debo su disposición para mejorar mi bici (madre mía y yo que pensaba que iba preparado…)
– A Indira sus horas de charlas y anécdotas sobre latinoamérica.
– A los dos una gran lección de hospitalidad, la gratitud de ofrecerme su casa, su comida y su mano.
Nada de ésto hubiera sucedido si yo no hubiera estado hace un año en una charla en Barcelona sobre el viaje que hicieron Marc e Indira, de Alaska a la Patagonia en bicicleta (y sin la conexión de mi amigo Albert).
Qué puedo decir, creo que cualquiera con ciertas inquietudes desearía compartir unos días con una pareja que ha dedicado varios años a saborear lentamente una gran parte del planeta, a conocer un mundo aparte dejándose llevar por las zonas locales, más humildes. Qué mejor escuela.
Para mi unos maestros, a los que admiro, y unos amigos, con los que cuento.
Living America’s: la vida yankee
Creo que la primera vez que me di cuenta de estar en U.S. fue el «woooow» interior al ver de lejos el skyline de San Francisco.
Luego pude deambular por la mítica ciudad de las colinas, subir una de sus calles más pronunciadas, bajar la mítica «Lombard», ver corvettes, dodges o ferraris por doquier y cruzar el mítico puente del Golden Gate en un par de ocasiones. Y más allá de ello vivir y observar la vida cotidiana americana.
Aunque Tal vez San Francisco o California no sea el mejor ejemplo de ello..
Nosotros que tomamos América como un primordial referente en todo y adoptamos todas sus costumbres, nos contentamos a veces con argumentos tales como la «mala alimentación yankee», su obesidad o su poco aprecio físico. (dichos que he oído a mucha gente).
Que «enorme» decepción es encontrar aquí un universo tan alejado.
En San Francisco uno se lleva la impresión que todo el mundo hace deporte, de que no hay obesos (hay muchos menos de los que imaginé), y además algo que sorprende gratamente, es que nadie fuma…, nadie, nadie, practicamente nadie! 😯 (me dijeron que se asocia comunmente a clases sociales bajas, calma, es probable que la tendencia llegue en un tiempo a España).
«Americanos no miran nada que esté fuera de América«, me dijo Michele con un tono que no parecía demasiado crítico
Pero California quizás no es representativa.
Y aun así en un entorno que parece idílico, donde la misma bandera flanquea a cada paso, donde la clase media es alta, tiene casa con jardín, dos o más coches un poder adquisitivo y una vida envidiable y la clase baja parece quedar relegada sólo para algunos (algunos) inmigrantes y/o tipos de color más unos cuantos sin techo… ahí, en ese mismo entorno donde en los supermercados no hay un pasillo ecológico sino que todo en él es «organic«, donde el chófer es tan educado como el profesor, el civismo luce por bandera y donde la tecnología te aborda sobremanera y en tres días ves varias veces un coche eléctrico que supera los 300 km/h, ahí, en ese mismo sitio, proliferan a veces o a menudo los miedos, la desconfianza, la in/seguridad, las depresiones, las visitas al psicólogo y los pasillos de supermercado (en todos) llenos de medicamentos.
Todo son suposiciones… :p me quedará pendiente descubrirlo pero por ahora prefiero las montañas… 😉
Quien sabe donde pintará este mapa, quien sabe lo que deparará uno nuevo, quedan muchas líneas por pintar, muchas sonrisas por dibujar.
Desde el lago Mc Swain, un abrazo:
Nunca dejes de soñar ^_^
¡Buenas noches!
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Que alegria ver tu post y saber de ti!!! Disfruta mucho!!! Te quiero!!!
Joer Dani, que pasada! Parece que estás mejor que en un hotel!
Un abrazo y cuídate mucho!
Graaaaaaaaaaaaaaaacias pequeñaja!!, mil besos!!
Sin ninguna duda Javieeeer, funcionan más por karma que por agencia de viajes pero CS (Couchsurfing) o WS siempre fueron mejores que un hotel!
No dejaré de recomendarlo!!